Jueves, 25 de Noviembre de 2021
Sobre el orden y el desorden: 1
¿POR QUÉ ME HE RESIGNADO A ABRIR UN BLOG GENERALISTA?
por Lorenzo Peña
Sabe el lector que, ya en la presentación de está bitácora, me ha preocupado la idea del orden.
En realidad, aquello que, durante muchos años me impidió abrir una bitácora general fue precisamente el temor al desorden.
Cierto que, en un blog —como lo es éste— sin delimitación temática prefijada, pueden, no obstante, ordenarse las entradas por categorías. Y eso voy a intentar hacer en este sitio. A tal fin, he establecido unos rubros, más o menos abarcadores, en los cuales se irán encasillando los nuevos artículos.
Así y todo, ¿no semeja un montón desordenado (un almiar o acervo, una simple amalgama) un blog en el cual pueden sucederse —en la mera continuación cronológica— artículos de política, lógica, historia, sociología, metafísica, filosofía social etc? Por mucho que cada entrada vaya etiquetada según una particular categoría o clase, el hecho es que, en la secuencia de su aparición —tal y como se ofrecen al lector—, las entradas pueden tratar casi de cualquier cosa.
Habíame llevado tal escrúpulo a abrir bitácoras diversificadas. Una de filosofía general (ya extinta o derelicta), otra de filosofía jurídica (también cerrada), una tercera de opinión política (EL PUEBLO ESPAÑOL), y una cuarta, JURILOG, que, aun girando en torno a cuestiones jusfilosóficas, está, empero, abierta a disciplinas colindantes. Las dos supervivientes siguen accesibles, pero dejadas sin actualizar, están abocadas a marchitarse.
En general, desde mis inicios en el internet (diciembre de 1994), había tenido cuidado por deslindar lo que era académico y profesional (entonces mi sitio SORITES) de lo que, año y medio después, sería una tribuna de opinión política. Los respectivos URLs estuvieron totalmente separados; el segundo era inaccesible desde el primero (mas no viceversa).
A tal principio de divorcio me seguí ateniendo cuando, muchísimo más tarde, me decidí a abrir blogs. Confieso que por entonces no me seducía mucho ese concepto del blog, habiéndome acostumbrado al sitio web estructurado por su productor, con su página de ingreso (o «home page»), sus directorios o carpetas, subdirectorios, subsubdirectorios, etc, cada uno con un nombre claramente significativo de su contenido.
Sólo que son escasas las vías que ofrece un sitio web así para dialogar con lectores y usuarios. De hecho, aprendí lo suficiente del cgi-bin y el php para agregar, en algunos directorios, espacios de discusión pública. El resultado fue decepcionante. Siendo insuficiente mi dominio de esas técnicas digitales, la interacción fue pobre.
Entonces abrí algunas bitácoras. Primero intenté hacerlas yo con los programas entonces disponibles. Exigían un nivel de habilidad y conocimiento que rebasaba el mío. Entonces acudí a espacios como blogspot. Siempre con sujeción a ese principio de no mezclar churras con merinas, consagrando cada bitácora a una familia de temas, mejor o peor delimitados.
Mas la realidad desborda esas demarcaciones. Por otro lado, mi propia evolución intelectual y espiritual va modificando el centro de mis intereses, lo cual me conduce a desatender, por períodos, una u otra bitácora. Ninguna ha sido favorecida por una amplia acogida del público.
Ante esas experiencias y esos resultados, voy a intentar ahora renunciar al principio de separación, lo cual permite transgredir unos prefijados límites temáticos al agregar una nueva entrada, comunicando acerca de cualesquiera cuestiones que vayan asaltando mi mente.
(Similarmente, en una red social inicialmente había abierto dos cuentas separadas; por idéntica razón, hube de suprimir una de ellas, traspasando su contenido a la otra.)
He de confesar que existía un motivo adicional que me llevaba a no mezclar lo político con lo jurídico y filosófico (o, más en general, lo académico); un motivo que me viene de mi lejana juventud: la clandestinidad. Cuando, en julio de 1996, lancé mi segundo sitio web —dedicado a temas políticos—, inclinábanme mis viejas costumbres conspirativas a desplegarlo, no digo en secreto, pero tan apartado del sitio académico, que —esperaba yo— los lectores del segundo no se enterasen de mis opiniones sociales, tan opuestas a la doxa convencional y tan subversivas.
Pronto vino destruida por los motores de busca tal ilusión. En el internet, para guardar secretos, hay que disfrazarse (¡y aun así!).
Así y todo, en los sitios web propiamente dichos, he seguido hasta hoy ateniéndome (con mejor o peor fortuna) a un principio de deslindamiento. Abrigo la esperanza de que los lectores sean capaces de tomar en consideración mis aportaciones en un campo o una disciplina prescindiendo de mis opiniones en otros terrenos.
Mas es un hecho que el internet es la mar adonde van los ríos confundirse. El internet es un torbellino, que lo mezcla todo. ¿Trazar fronteras en el océano?
Tales son mis preocupaciones. He vencido mis escrúpulos, abrazando la única solución viable: una bitácora general, en la cual habrá un poco de todo. Trataré de ordenar los artículos en clases o categorías. Ya veremos con cuánto éxito.
Mas todavía me falta por dilucidar rigurosamente mi noción de orden, acudiendo para ello a nociones algebraicas. Será el tema de un próximo artículo.