Jueves, 25 de Noviembre de 2021
19 de noviembre, día de lucha por los derechos del varón
por Lorenzo Peña
La casualidad ha querido que arranque esta bitácora justo el 19 de noviembre, el día internacional de lucha por los derechos del varón.
Recordemos que el 8 de marzo fue celebrado inicialmente como jornada reivindicativa de afirmación y promoción de la mujer y de la niña contra las discriminaciones falocráticas; día del feminismo. Pero de otro feminismo, del feminismo de 1850-1975, aproximadamente.
LLamóse de varios modos. En general «Día internacional de la mujer». Curiosamente, a partir de 1990 o así, cuando ya tales discriminaciones estaban superadas (generalmente desde hacía mucho tiempo), pasaron los periodistas a llamar a esa jornada «día de lucha por los derechos de la mujer». Mas ya no había reivindicaciones que plantear, si de derechos se trataba.
Otra cosa es el cúmulo de costumbres, mentalidades e inclinaciones; de todo lo cual los neurólogos, los psicólogos, los sociólogos siguen debatiendo para saber cuánto viene de la natura y cuánto de la cultura.
Pero justamente de ese viraje (fruto, en parte, del neofeminismo o ultrafeminismo en boga desde los años setenta, pero exacerbado después del año 2000) ha venido la instauración de discriminaciones en contra del varón.
Primero: discriminaciones legales. La política de cuotas implica que muchos varones, estando mejor cualificados para un empleo (o para una beca de estudios o para un ascenso), se ven descartados y preteridos en aras de la cuota prescrita.
Algunas de esas discriminaciones legales llegan a extremos como: en ciertos países anglosajones, convocatorias en las que se exige de los candidatos su pertenencia al sexo femenino; costo diferenciado por sexo de las matrículas; normas de funcionamiento internas en las cuales el testimonio vale más cuando lo profiere una fémina (desoyéndose los de un hombre si no es coincidente). Y así muchísimas otras.
Cuando, excepcionalmente, los hombres perjudicados han aducido a su favor la propia política de cuotas, suele desestimarse su reclamación, alegándose que el propósito de las cuotas es únicamente favorecer al sexo antes desfavorecido; la cuota no es un fin.
Esa política de cuotas se bautiza con palabras como »paridad», «equidad» y «acción afirmativa». Lejísimos estamos de lo que se reivindicaba en el viejo feminismo: la igualdad de derechos.
Donde las discriminaciones legales son más sangrantes es en el ámbito del derecho sancionatorio, particularmente en el penal, pues en él –en lo atinente a relaciones sexuales o parasexuales– prácticamente se ha impuesto (por vía jurisprudencial cuando no legislativa) una presunción de culpabilidad masculina y una sesgada calificación jurídidica que forzadamente embute en tipos penales conductas que, miradas imparcialmente, son atípicas. Eso va a más y a más, especialmente con la cantinela de «sólo sí es sí». Un piropo puede calificarse de violación. (Sólo que no cuando el piropeado es un varón, claro.)
A las discriminaciones propiamente legales añádense otras reglamentarias, como aquella norma que exige a cualquier hombre que postule a un puesto (empleo, beca u otro) presentar una memoria en la cual diseñe la política de igualdad que él va a proponer a su institución a fin de promover la presencia femenina y darle mayor prominencia. (Un candidato a una beca de matemáticas se ve así constreñido a meterse a diseñador de políticas académicas; el mero silencio no basta; ni bastan los hechos. Exígense palabras; es más: es obligatorio pensar como lo dicta la nueva doxa neofeminista.)
Mas las discriminaciones legales son sólo una parte del problema. Están las discriminaciones mediáticas: el lavado de cerebro desde los medios de incomunicación, que nos representa obsesivamente al sexo femenino como sacrificado, oprimido, agredido, acosado e injustamente discriminado –de lo cual se sigue que muchísimos varones, o casi todos, oprimen, agreden o discriminan a las féminas.
Está el ambiente creado, el de lo políticamente correcto, en el cual se desprecia la aportación masculina al bienestar social y sólo se busca el bien de un sexo, no el de toda la población.
Nunca se recuerda que el 95% de las víctimas mortales de accidentes laborales son hombres o mancebos; que más de la mitad de la población reclusa es masculina; que, cuando hay guerras, mueren los hombres mucho más que las mujeres.
Ni siquiera se valoran las profesiones casi exclusivamente masculinas, sin las cuales la vida social sería imposible: instaladores y reparadores de conducciones eléctricas y otras, trabajo forestal, estibadores, cargadores, repartidores, basureros, reparadores de fachadas y tejados, personal de alcantarillado, de transporte y mudanzas.
Por último, discriminaciones escolares. Las maestras de antes estaban impregnadas de amor y de afecto femenino. Hoy algunas o muchas han sido ganadas por esa ira neofeminista, siendo dudoso que traten con ecuanimidad a sus alumnos. Hay estudios que parecen indicar que los varoncitos reciben un trato más duro y áspero, más desalentador, menos propicio para su desarrollo vocacional y espiritual. Y, encuima, se fuerza a los mozalbetes a la compunción, por haber dizque venido al mundo con una mochila de privilegio a su espalda, sólo por haber nacido con el cromosoma XY.
No se trata de reivindicar que haya más mujeres reclusas ni más que sufran accidentes mortales; ni siquiera que en el sector de la construcción o del transporte se tienda también a establecer cuotas «de género». ¡Para nada!
Hay seguramente causas anatómico-fisiológicas por las cuales ciertas profesiones reclutan a hombres, exclusiva o preferentemente.
Desconozco si haya razones neuropsicológicas por las cuales haya más mujeres que hombres interesadas por la medicina y las ciencias biomédicas y más hombres que mujeres interesados por tecnología, física y matemáticas.
Mas lo que es moralmente inaceptable es que en estas últimas profesiones se quiera imponer coercitivamente una cuota femenina, lo cual implica que quienes no han tenido la suerte de nacer con el cromosoma XX ven, sólo por ello, mermadas sus posibilidades profesionales precisamente en las carreras donde vocacionalmente el sexo femenino está menos presente.
Claro que hay mujeres magníficas en física, astronomía, matemática, arquitectura e ingeniería. Merecen el cálido reconocimiento de sus méritos. No han necesitado cuotas ni políticas de paridad para llegar adonde han llegado.
En el estadio actual ha surgido una situación totalmente nueva, en la cual la lucha contra la arbitraria discriminación se ha convertido en lucha por los derechos del varón.
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Jueves, Noviembre 25, 2021 - 20:26:32
Mis mejores deseos para su nuevo blog.
Sobre el asunto tratado desearía formular una crítica y unas preguntas.
-La crítica no lo es a la idea general, que comparto. Yo también creo que el feminismo que se viene imponiendo desde los centros de poder resulta una parodia desquiciada de un feminismo de sentido común. Sin embargo me parece que no casa con su rigor filosófico la mayor parte de los argumentos o artificios retóricos que utiliza para defender esta idea. Ejemplos:
-”La política de cuotas implica que muchos varones, estando mejor cualificados para un empleo (…), se ven descartados y preteridos” ¿Muchos? ¿Cuántos? ¿Hay datos sobre eso? Yo no conozco ningún caso, la verdad sea dicha. Supongo que los habrá, pero tal vez no sean tantos ni tan graves como para constituir un buen argumento. Esto podría ser el mismo tipo de recurso retórico que “Los MENAS cometen muchos delitos.”
-”Las maestras de antes estaban impregnadas de amor y de afecto femenino. Hoy algunas o muchas han sido ganadas por esa ira neofeminista, siendo dudoso que traten con ecuanimidad a sus alumnos.”
De nuevo el mismo problema. ¿Qué datos maneja, aparte de su impresión personal? ¿Está usted presente en las aulas de hoy? Además, ¿qué datos objetivos podrían obtenerse a partir de parámetros tan subjetivos como “afecto femenino” e “ira feminista”?
-”Un piropo puede calificarse de violación.” Yo no soy jurista y usted sí, pero el artículo reformado dice que se sancionará “a quienes se dirijan a otra persona con expresiones, comportamientos o proposiciones de carácter sexual que creen a la víctima una situación objetivamente humillante, hostil o intimidatoria.” No veo la palabra “piropo” por ningún lado ni me parece que lo que en el texto legal se describe pueda ser de buena fe confundido con un piropo. Tampoco veo que se califique de violación a este delito, ni tampoco que se lo equipare con ella en cuanto al castigo, ya que está calificado como delito leve. Tampoco veo que el sexo de la víctima o del agresor sean tenidos en cuenta. Corríjame si me equivoco.
Y que conste que a mí esta reforma de la ley me parece un disparate en varios aspectos.
No sigo con más ejemplos para no aburrir. Resumo repitiendo que comparto la preocupación por la situación del feminismo, pero lamento la poca ecuanimidad de su argumentación. Añado, además, que, en mi opinión, la primera víctima de esta caricatura estúpida de feminismo no son los hombres, supuestamente amenazados por una horda de feministas fanáticas, sino el propio movimiento feminista. Para que se haga una idea de a qué me refiero, diré que pienso que este feminismo es al feminismo de siempre lo que el Mayo del 68 a la comuna de 1871.
-Y esto me lleva a las preguntas. Usted habla de lavado de cerebro y yo estoy completamente de acuerdo. Pues bien ¿para qué este lavado de cerebro? Qui prodest? ¿No le parece raro que esta demente versión del feminismo y su “remedio” electoral, la ultraderecha, hayan nacido juntos?
Saludos cordiales de un lector.
Jueves, Noviembre 25, 2021 - 20:28:52
gracias por su comentario. Me inspira una respuesta larga, que dejo para otro día. De momento, lo invito a leer y visionar textos y vídeos de la profesora canadiense Janice Fiamengo, siendo el Canadá el país pionero en la punta del ultrafeminismo. Lo de España es una copia pálida y con demora, pero vamos allá.
v. toxicfeminism.blog/2021/01/19/janice-fiamengo
Jueves, Noviembre 25, 2021 - 20:30:15
lamentablemente youtube aplica una política de censura (no sé si google tb o aún no, o no del todo). Los vídeos de la profª Fiamengo los ha borrado.
“YouTube have taken down Steve Brule’s channel, including every episode of The Fiamengo Files
SEPTEMBER 22, 2021 BY MIKE BUCHANAN 1 COMMENT
I am saddened to report that YouTube have taken down Steve Brule’s channel, including every episode of the outstanding Fiamengo Files. Many thousands of comments have been lost, but the videos themselves are still available to watch on Odysee, here.”
j4mb.org.uk
Jueves, Noviembre 25, 2021 - 20:31:40
No conocía este blog en concreto (toxicfeminism) ni tampoco a Janice Flamingo, pero por mi cuenta ya había visto y leído mucho material semejante. Mi problema con estos grupos de oposición al feminismo mainstream es que, sin excepción hasta el momento, aunque coincido con el postulado principal, muy pronto me siento a disgusto al comprobar que, conforme profundizo en los contenidos, invariablemente ocurren dos cosas:
-1. Aparecen fake news, datos no contrastados y ese tipo de amarillismo consistente en convertir en epidemia unos casos aislados, que es justamente lo que se trata de denunciar en el enemigo.
-2. Como de contrabando, junto con una crítica más o menos razonable a lo que de todos modos ya resulta evidente para cualquier mente sana, se cuelan contenidos de otro jaez, generalmente identificables con la ideología ultraderechista, como esos compañías de TV de pago que, para poder acceder a un canal de música clásica, te obligan a contratar velis nolis un sinfín de morralla audiovisual. Ello ocurre incluso en autores que, como el del blog que me ha recomendado, afirman que sus ” affiliations are on the left of the political spectrum.” A pesar de lo cual no pierde oportunidad para ensalzar a medios de comunicacion y políticos nominalmente de derechas y a denigrar a los nominalmente de izquierda. Un ejemplo bastante claro de lo que digo puede leerse en su artículo “The murder of David Arness”, del pasado 25 de Octubre. En él se lamenta de que, supuestamente, los medios británicos dan menos muestras de dolor y repulsa por el asesinato de un hombre que por el de dos mujeres. Justificada o no, esta acusación se mantendría en la línea declarada de su blog: la denuncia del feminismo “ultra”. Lo curioso es que, junto con ello, el autor considera, al parecer por la extensión que dedica a explicarlo, muy significativo que el hombre sea un político del partido conservador y una de las mujeres lo sea del laborista (la otra, que yo sepa carecía de filiación política conocida, pero parece como si el autor quisiera que, por contagio, se la tribuyamos.) A mí al menos me resulta claro que pretende mostrar sin decirlo abiertamente que otro factor decisivo para que los medios le dediquen a una más homenajes que al otro es su filiación política. Es decir, que la vida de un tory se valora menos por la prensa que la de un laborista (!). Y esto lo pergeña y luego lo lamenta un autodenominado izquierdista… Eso sin contar con que equipara un asesinato por motivos políticos (el de Arness) con uno por motivos sexuales (el de Everard) siendo el caso que precisamente un argumento feminista es que en la abrumadora mayoría de delitos sexcales la víctima es una mujer. Y no solo eso, parece no comprender que es políticamente más preocupante el asesinato de Cox que el de Arness, no porque una sea mujer y el otro hombre, sino porque el asesino de la primera lo hace en nombre de una ideología (la ultraderecha) que tiene amplio y creciente apoyo popular, institucional y mediático en el Reino Unido y el otro lo hace en nombre de una ideología (el fanatismo islámico) deslegitimado y denostado por la inmensa mayoría de los británicos. Observe que al segundo se le llama terrorista y al primero no. Por otra parte, el hecho de que la señora Everard fuese secuestrada, violada y asesinada resulta, me parece, mucho más reprobable moral y legalmente que ser apuñalado. Es lógico que lo primero cause aun más espanto. Y también hay que comprender que resulta más preocupante que el autor del segundo delito sea un policía, precisamente alguien en quien la sociedad confía para defenderse de esos crímenes. Ninguna de estas consideraciones parece afectar al autor del artículo, que prefiere reducirlo todo a una conspiración feminista de la prensa y, según se deduce, a otra conspiración, paralela o quizá idéntica, antiderechista.
Como este ejemplo, podría presentar cientos, de este bloguero y de otros similares. Siento parecer conspiranoico, pero me da la impresión de que la misma mafia que crea el problema (el feminismo desquiciado) crea el tósigo que se vende como su cura.
Y yo prefiero a una feminazi que a una nazi a secas.
Jueves, Noviembre 25, 2021 - 20:32:47
Vamos a ver, amigo Camilo, yo no conozco ese blog ni he leído nada del mismo ni sé quién sea su autor o moderador.
Mi referencia era exclusivamente a su URL para, a través de él, llegar a los vídeos de la Profesora Janice Fiamengo, ahora jubilada de la Universidad de Ottawa, donde ha profesado muchos años. (Colijo que se ha retirado por presión contra sus tesis disconformes con la doxa oficial.)
Esos vídeos, «The Fiamengo File» (en total varias decenas a lo largo de un nº de años) están perfectísimamente documentados, excelentemente argumentados y sólidamente construidos.
Además de sus vídeos (todos ellos tan de estilo netamente académico y tan exentos de exageración que ninguno de sus adversarios ha conseguido impugnar), están disponibles –en otros lugares– muchos textos, entre ellos los de la feminista (del feminismo digamos clásico) Christina Sommers, todos en el mismo sentido.
La ola de histeria ultrafeminista ha venido –ya años atrás, pero cada vez más– abrazada con fervor y pasión inquisitorial, con represión y brutalidad, por las autoridades académicas de USA, Australia, Nueva Zelanda y el Canadá, desbordándose ya hacia otras áreas geográficas.
Que, frente a esa dominación antimasculina, aprovechen unos u otros elementos del antisistema libertario o similar para arremeter, yéndose por el extremo opuesto o utilizando lo bochornoso y ultrajante de ese yugo hembrista para vender su propia mercancía averiada, eso puede que suceda (no tengoapenas datos, pues no sigo para nada a tales grupos –sinceramente no me interesan); pero no resta un ápice de fundamento, legitimidad y verdad a la campaña de defensa de los derechos del varón en una sociedad donde la oligarquía financiera, el imperialismo, las fuerzas reaccionarias del gran capital han adornado su dominio con los oropeles de las nuevas modas pseudoprogresistas, entre otras ese pseudofeminismo o, más bien, antimasculismo.
Haciéndolo, evidentemente suscitan el descontento, perfectamente legítimo, de muchísimos varones acosados, hostigados, discriminados, minusvalorados, cohibidos –algunos de los cuales, por reacción, pueden picar en el anzuelo de esas ultraderechas, pues, a río revuelto, ganancia de pescadores.
Razón de más para disputarles a esos energúmenos el salir por en defensa de derechos auténticos de la inmensa mayoría de los varones: derecho a la honra y a la no discriminación por razón de sexo. Derecho al reconocimiento de lo que aportan a la sociedad.
El auténtico complot es el de las cumbres de oligarcas y jerarcas del desorden establecido que han tenido la habilidad de apartar la atención de los problemas sociales para llevarla a los societales, disimulando así la verdadera naturaleza de su poder y atrayéndose adhesiones.
Un ejemplo reciente es el del banquero Lasso, quien ha ganado la elección presidencial ecuatoriana justamente haciéndose el abanderado de todas esas posturas societales que dizque serían características de la «izquierda», entre otras las del ultrafeminismo. Nada fácil resulta hallar en toda Latinoamérica un personaje más retrógrado que ese Lasso, un pez gordo, riquísimo, enemigo acérrimo de todo progreso social.
Jueves, Noviembre 25, 2021 - 20:34:03
De todos modos, cuando se produce una aberración y –lo cual es muchísimo más grave–, ésta se impone, traduciéndose en políticas opresivas de los poderes establecidos, es de esperar que suscite aberraciones de signo opuesto.
Yo nunca prefiero al opresor real, al que subyuga, aplasta y destroza vidas; sobre todo cuando, además, lo hace para salvaguardar el poder dominante de siempre, el de las castas adineradas, ahora con el antifaz de pseudoprogres.
A los energúmenos de la ultraderecha no les concedo mayor importancia ni me ocupo de ellos. Júzgolos perfectamente capaces de acudir a la misma maniobra de disfraz que ellos denuncian. Mientras se trate de exiguas minorías sin poder, no me inquietan. Ni voy a perder tiempo leyendo sus productos ni discutiendo con ellos.
Sí me preocupa, en cambio, lo que mandan las cúpulas financieras, académicas, políticas y mediáticas.
Jueves, Noviembre 25, 2021 - 20:36:13
De todos modos en mi pluma jamás ha aparecido el calificativo de «feminazi». Lo que digan o profieran otros no me es imputable.
Juzgo lastimosa, deplorable y penosa la condición que hoy sufren muchos varones, desde la escuela –donde se les reprocha haber nacido de sexo masculino (con la presunta mochila de privilegio a la espalda) y se los desincentiva– hasta aquellos brillantísimos candidatos que se ven excluidos de las plazas que merecen a causa de la política de cuotas «de género».
No por ello considero que los propiciadores de tal opresión o sus apologistas sean nazis. No cualquier injusticia es nazismo ni fascismo.
Jueves, Noviembre 25, 2021 - 20:37:22
Estimado Camilo Vázquez:
Respondo a su primer comentario.
Mi entrada no es una refutación del ultrafeminismo, sino una defensa de los derechos del varón; derechos a la honra, a la dignidad, al reconocimiento y a la no discriminación.
No es la crítica de unas ideas; o sólo de soslayo, en la medida en que tales ideas alientan las políticas aplicadas por las oligarquías económicas, la clase política, las élites mediáticas, los diseñadores de la enseñanza y, más aún, los mandamases académicos. Políticas que se traducen en pisotear al varón; en ultrajarlo, estigmatizarlo, acomplejarlo para, finalmente, discriminarlo, vituperarlo y postergarlo.
Tales políticas no son meras ideas, sino realizaciones. No han quedado en el papel, sino que las aplican, con ahínco, todas esas élites.
Desde luego en España eso es incipiente. Donde se ha llevado a cabo de manera más radical y honda es en USA, el Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Se está extendiendo al Reino Unido, pero —si bien en menor medida— también a países fuera de la órbita anglosajona.
Tales hechos están sobradamente documentados por autores como Christina Sommers, Warren Farrell, Janice Fiamengo y muchos otros.
De Francia yo tengo evidencia indirecta de que eso está sucediendo ya. De España, menos, ora porque nuestros investigadores y periodistas no indagan, ora porque juzgan más prudente callar, ora porque no les interesa ora porque yo no he encontrado los resultados de sus indagaciones.
Mas indicios tengo, que sirven de base para mi inducción, para mis asertos de «muchos». No, no estoy en las aulas; ni menos en todas las aulas. Pero tampoco vivo tan aislado que no lleguen a mí ecos de qué está sucediendo.
Hasta lo de inculcar a los chavales que han venido al mundo con una mochila de privilegio, por su escroto, y que han de pagarlo, eso, por una vez, lo leí en la propia prensa borbónica —que, en general, guarda sepulcral silencio sobre tales temas.
Sí, claro que hay datos sobre el número de hombres discriminados por serlo. En las referidas fuentes (y muchas otras) encuentra esos datos. No me lo he inventado.
Además, de no ser así, eso significaría que habrían fracasado las políticas del antimasculismo, las cuales vienen aplicándose, con rigor y sin piedad, al menos en USA y el Canadá, desde hace varios lustros en las Universidades.
Yo mismo podría citar ejemplos. He aquí uno anecdótico. Corría el año 2005 (puede que haya sido a comienzos del 2006). En la institución académica donde he desempeñado la mayor parte de mi vida profesional, el CSIC, suelen convocarse separadamente, plaza por plaza, las vacantes de científico titular (primer escalón del escalafón investigativo, de los tres que lo forman). En cada caso con un perfil y, claro está, un destinatario, siempre alguien previamente ligado a la casa. (También con un tribunal nombrado, sin sorteo, por la institución.)
Para dar el visto bueno a la convocatoria a la que me voy a referir, el coordinador del área (nombrado a dedo por el Presidente del CSIC) previamente se entrevista con ese destinatario. Atiende a sus características personales, su CV y sus líneas proyectadas de trabajo. Este aspirante preciso al cual aludo sobresale por su don de gentes; es un imán que cautiva a todos.
El veredicto del coordinador es favorable: «Tienes todas las características idóneas salvo una: es una pena que no seas una mujer.»
Él, con sus dotes personales, superó ese obstáculo, ese hándicap. ¿Otro?
En la misma institución, por aquellos años y posteriores, las becas ofrecidas atraían a una pluralidad de aspirantes en su gran mayoría varones (lo cual ahora ya no es así). Eso era debido a que, si bien hasta los 22 ó 23 años, las muchachas destacaban por encima de los mancebos, prodúcese una inversión a esa edad en la minoría que pretende ir más lejos en la vida académica, aspirar a plazas de investigación.
Una tesis doctoral exigía (entonces) 60 horas semanales durante años. Sea por razones anatómico-fisiológicas, sea por causas culturales, en general las féminas no están muy dispuestas a eso. Quieren armonizar vida profesional y personal, no sacrificar la segunda.
A pesar de esa desproporción, me di cuenta de que en las listas de aprobados predominaba el sexo femenino (y, además, abundando nombres y apellidos de la Europa transpirenaica, cumpliendo una directiva no escrita de internacionalizarnos, atrayendo jóvenes de otros horizontes lingüísticos y nacionales). El resultado era, claro está, que los varones españoles tenían muchas menos posibilidades.
Hablo de lo que sucedía en los años 2007 a 2014. Después fácil es deducir que la tendencia ha ido a más.
O sea, desde mi modesta ventanita he podido atisbar eso. He sabido también, por colegas de la Universidad, que se ha impuesto la cuota del 50%, independientemente de los méritos.
Que un piropo sea una violación no es algo exclusivo de España. En Francia ya se criminalizó «le harcèlement de rue», que puede consistir en una mirada. Y el texto que me cita del código penal reformado, en efecto, da lugar a que los jueces (sensibles a la opinión publica, según se ha visto por juicios lamentables) entiendan que cae bajo su ámbito un piropo, por ser una frase «diri[gida] a otra persona con expresiones […] de carácter sexual […] creen a la víctima una situación objetivamente humillante»; el subjuntivo indica claramente que puede no ser ésa la intención del autor de la frase; y, en cuanto a que sea de carácter sexual, es tan amplio que puede serlo una exclamación anodina, como «¡Qué bien te sienta esa falda!» 0 «¡Qué bonito maquillaje llevas hoy!».
Que el código no explicite que el autor sea un varón y el destinatario una fémina no impide que sepamos que así se entenderá, pues, según lo preceptúa el Código Civil, las leyes se interpretarán (entre otras pautas hermenéuticas) según la realidad social del tiempo en que han de aplicarse.
En lo atinente a mi observación (ésta sí, incidental) del afecto femenino, se basa en mi experiencia y en lo que fue sentido común, que reflejaron en el pasado casi todos los literatos. Sí, yo vi en el corazón femenino —p.ej. el de mi mujer— una bondad, una compasión por el dolor ajeno, una generosidad, un cariño de los cuales yo soy incapaz, por mucho que los estime y admire. Así, según estadísticas de los setenta en Francia (¡otra época!), ciegos casados con mujeres videntes había muchos, pero, en cambio, ciegas casadas con hombres videntes o no había o eran poquísimas.
Sí, afecto femenino. Esa cualidad que nos hacía amar a las mujeres mucho más que su atractivo erótico o que su belleza.
La principal víctima de toda esa política antimasculina de las élites no es el feminismo. Entre otras cosas, porque el feminismo hoy tiene poco sentido. Se ha logrado la igualdad de derechos. (Mejor dicho: se han suprimido los privilegios masculinos.) Falta acaso cambiar las mentalidades. Eso no se obtiene con políticas públicas ni con campañas de propaganda y educación para la ciudadanía. Será fruto de una evolución de las mentalidades.
«Cui prodest?» Beneficia a las clases dominantes reaccionarias. Atrás quedó la lucha de clases; atrás el derrocamiento del capitalismo y la supresión de la propiedad privada de los medios de producción. Incluso atrás quedaron objetivos mucho más modestos: el reparto de la riqueza, la igualdad social, el pleno empleo.
Todo eso son antiguallas. Ahora la «izquierda» combate por asuntos societales, especialmente pos la implantación y el agravamiento de políticas antimasculinas.
Y es que, si la mitad del proletariado está formada por féminas, lo mismo sucede con la mitad de la oligarquía financiera. Ahí están, pregonando esas políticas antivaroniles, señoronas de inmensa fortuna, como doña Ana Patricia Botín. No olvidemos que en la cúspide de nuestra oligarquía hay no pocas féminas, como las hermanas Koplówitz, las Álvarez Guil y otras. ¡Que les vaya bien! A mí no me importa su sexo. No son ni mejores ni peores que sus colegas de cromosoma XY.
Además, no olvidemos que todo eso viene de Norteamérica. ¿Es también allí la ultraderecha la que impulsó esas políticas desde hace cuatro o cinco lustros —e incluso más?
Viernes, Noviembre 26, 2021 - 00:53:16
Admirado L. Peña:
Gracias por su detallada respuesta.
1.Estamos, según parece, de acuerdo en un hecho: hay una campaña mediática en todo el autodenominado “mundo libre” para favorecer una idea muy desquiciada de feminismo.
2. No lo estamos en la apreciación de hasta qué punto esa campaña está afectando a la sociedad. Creo que usted tiene una visión sobre el asunto un tanto catastrofista. Mi impresión subjetiva y como de conjunto (que me temo que es la única que nos resulta accesible en esta cuestión) es que la situación no es como para clamar por la defensa de los derechos ni del varón, ni de la mujer. Tal defensa en el primer caso todavía no se necesita y en el segundo ya no se necesita. Yo, la verdad, no he sentido nunca vulnerados mis derechos por mi sexo, ni percibo en mi entorno nada que vaya mucho más allá de las monsergas institucionales. Por fortuna, la gente tiene bastante más sentido comun de lo que parece y se toma los sermones fanáticos de hoy y los de otros tiempos menos en serio de lo que desearían los predicadores.
3. Con respecto al “cui prodest?” (que yo, ignorante del latín, escribo con q) también estamos de acuerdo. Discutir de tonterías y polarizar a la sociedad por tonterías es bueno para que se deje de discutir de lo que de verdad importa.
Pues bien: si aceptamos el punto 3, habrá que reconocer que lo mejor que se puede hacer, ya que sabemos para qué nos están lanzando estas consignas, es ignorarlas. Defenderlas o combatirlas vehementemente es lo que se espera que hagamos.
Salvo que, como por desgracia ocurre, no estemos de acuerdo en el punto 2. Ciertamente, si la situación fuese tan grave como usted afirma, la solución de ignorar el problema con el mismo meneo de cabeza escéptico con que ignoramos una trifulca sobre fútbol resultaría cínica, inmoral. Habría que tomar partido, entrar en la pelea política por los derechos del varón.
Yo, aun así, no lo haría. Porque absolutamente jamás pienso defender nada si mi compañero de trinchera va a ser un fascista, si voy a tener que gritar las mismas consignas que él, etc. Eso no lleva a nada bueno, me parece. Estoy leyendo estos días su biografía, “Amarga juventud” y creo que posee usted sobrada experiencia sobre ese asunto.
Un abrazo.
Viernes, Noviembre 26, 2021 - 17:32:45
gracias por su comentario, Camilo. Seguimos la conversación en otro momento
Jueves, Deciembre 9, 2021 - 13:50:00
Mi apreciado, Camilo. Perdone lo sucinto de mi respuesta anterior.
Hoy puedo sacar un poco más de tiempo.
Esencialmente son dos nuestros desacuerdos (cuya hondura no cabe disimular).
El primero atañe al mal social que sufrimos. Ud piensa que soy catastrofista. Yo opino todo lo contrario.
El segundo desacuerdo concierne a si, contra injustos agravios, ha de lucharse cuando se ve uno acompañado en tal lucha por elementos malignos (Ud específicamente dice: por fascistas).
Veamos el primer desacuerdo.
Incluso el panorama que dibujo en mi artículo queda muy por debajo de la realidad.
No me baso, desde luego, en experiencias personales (pues aquellas que tengo son escasas, aunque ya hace bastantes años empezaron estas campañas ultrafeministas y, marginalmente, sufrí, en lo profesional, un perjuicio; más recientemente sufrí otro; pero eso es secundario; también le he contado otros hechos que han llegado a mi conocimiento).
Estando jubilado, mi conocimiento empírico es tan limitado que basarme en él sería incurrir en extrapolación. Aun así, ya me han contado (del mundo académico) tantos hechos hirientes que, aun en ese plano (aun si careciera de otras fuentes), tendría suficiente para estimar la situación alarmante.
Ahora bien, ahí están los estudios a los que me he referido en comentarios precedentes, junto con muchos otros. Tengo una bibliografía compilada, mas no el tiempo para consultarla, pues tampoco esta cuestión es prioritaria para mí. Simplemente lo que he citado basta para estremecerse ante una verdadera tiranía antimasculina.
Cierto que, como ante cualquier tiranía, hay cómo congraciarse con quienes tiranizan. Viví mi infancia, mocedad y primera juventud bajo la tiranía fascista de Franco y sé cómo conseguían (y consiguieron) medrar en ella muchos que no simpatizaban en el fondo.
Igualmente, hay hombres que se adaptan, que adulan al ultrafeminismo; lo peor es que, a fuerza de disimulo, acaban ellos mismos creyéndoselo y hasta actuando como inquisidores y persecutores de quienes rehúsan hincar la rodilla.
Conque efectivamente pienso que estamos ante una calamidad social, que ya ha hecho estragos en USA y sus países satélites más directos, pero que se va extendiendo a otras áreas.
Cierto que los sectores inicialmente más afectados son los académicos, pero paulatinamente se va pasando de ellos a muchos otros.
Y, además, en el plan jurídico-penal yo mismo he tomado la pluma para denunciar una clamorosa subversión de la justicia (del derecho) perpetrada por la judicatura en aras de contentar a las erinias del ultrafeminismo.
En ese ambiente, las repercusiones de las últimas reformas legislativas hacen planear amenazas sin precedentes.
Mucho se habla contra el discurso del odio (sin razón, porque odiar es legítimo). Parece, empero, sonar a charla anodina el odio antimasculino que vierten algunas ultras del ultrafeminismo . Señoras con altos cargos que afirman que sería mejor un mundo sin hombres. Maestras que avergüenzan (y, peor, culpabilizan) a los varoncitos por no haber nacido con el cromosoma XX. Y casos extremos, como algunos que, excepcionalmente, han saltado a la prensa recientemente (motivo de delito, pero, claro, sin consecuencia alguna; involucrando expresiones que juzgo malsonantes, no los cito más que con esta alusión).
En cuanto a nuestro segundo desacuerdo, entiendo que el despotado del Negus de Etiopía, Haile Selassié, en 1935 no era mejor que el fascismo. Su reino era entonces uno de los pocos estados del mundo con esclavitud. Y los no esclavizados vivían bajo un feroz régimen feudal.
Mas llegó la invasión del reino de Italia, cuyo jefe del gobierno era Mussolini, fascista si los hay.
Había 3 opciones: quedarse neutral, defender a Etiopía contra la agresión o secundar la agresión.
Deduzco que, de conformidad con su principio de actuación, Ud habría preconizado la neutralidad, cruzarse de brazos, inhibirse.
(De hecho no faltaron quienes así pensaron; Don Manuel Azaña exlamó: «¿Qué me importa a mí el Negus?».)
Yo no: por malo que fuera el Negus, la independencia de Etiopía era una causa justa. Los etíopes luchaban contra el colonialismo, como venían haciéndolo desde mediados del siglo precedente, habiendo derrotado primero a los ingleses y después a los italianos.
Que ulteriormente el pueblo etíope echara abajo el régimen monárquico-feudal era un asunto suyo.
Mas luchar contra la agresión italiana sólo podía hacerse teniendo como compañero de lucha a un esclavista y señor feudal de horca y cuchillo.
Domingo, Deciembre 26, 2021 - 05:34:41
Estimado amigo:
Como en los diálogos de Platón, a fuerza de darle vueltas a la discusión vamos, si no demostrando quién tiene razón, dejando despojados de lo accesorio los puntos en los que no nos podemos entender. Usted los reduce a dos y yo lo acepto. Con ello casi me parece que lograremos también sacar enseñanzas epistemológicas acerca de por qué el acuerdo tantas veces no es posible, especialmente en discusiones sobre asuntos políticos y sociales.
Acepto, pues, su reducción a dos puntos y a ellos me refiero en lo que sigue.
-El segundo punto es dependiente del primero, tal y como argumenté en mi anterior mensaje. Me cito a mí mismo:
“Ciertamente, si la situación fuese tan grave como usted afirma, la solución de ignorar el problema con el mismo meneo de cabeza escéptico con que ignoramos una trifulca sobre fútbol resultaría cínica, inmoral. Habría que tomar partido, entrar en la pelea política por los derechos del varón.”
En el ejemplo histórico al que se refiere (Etiopía) yo pienso igual que usted, pero ello no contradice mi posición general de no compartir trinchera con malvados. Compartir trinchera no es lo mismo que tener un enemigo común. La URSS y los EE.UU, que yo sepa, no compartieron trinchera contra Alemania en la 2º Guerra Mundial, pero sí (o eso nos dicen) enemigo.
Así que yo hago depender la necesidad de tomar partido de la gravedad de la situación. La gravedad de la invasión de Mussolini es indudable, la del ultrafeminismo contemporáneo admite dudas, por lo menos las mías.
-De modo que es solo en el primer punto en el que disentimos. Y este primer punto, como casi siempre ocurre en este tipo de discusiones, depende no de argumentos, ni de jucios éticos, sino de hechos. Usted cree que existen muchas vulneraciones efectivas de derechos a cuenta del ultrafeminismo, yo creo que no son muchas, sino pocas. Añadiré además que creo que existen también vulneraciones de derechos achacables al machismo, pero, al contrario que lo que afirman las ultrafeministas, creo que no son muchas y que, además, presentan una clara tendencia a la baja. Y de aquí no podemos ya avanzar más. Usted dice que se da un estado de cosas, yo lo niego.
Me temo que en historia y sociología la mayoría de los hechos no son datos de evidencia incontestable. Mi conocimiento sobre los hechos de la historia y de nuestro mundo depende de mi limitadísimo campo de experiencias personales y de lo que mi sociedad me enseña a creer. De pequeño me enseñaron a creer que en África se comían a los blancos; ahora me dicen que en Irán lapidan a las adúlteras. En 1900 me imagino que resultaría muy difícil para un europeo convencer a sus compatriotas de la falsedad de lo de África, pues para ello habría que pedir a tu interlocutor que confiase más en tu pobre persona que en los periódicos y libros o quizá invitarle a que se embarcase y viajase al Congo para que pudiese comprobar que la verdad se parecía más bien a lo contrario. En mi tiempo me ha resultado imposible convencer a algunos amigos y conocidos de que las noticias sobre lapidaciones de adúlteras en Irán son falsas, por más que aparezcan en los más prestigiosos diarios de las más variadas ideologías y de mano de las más reconocidas agencias.
Claro está que enseguida llegamos a un acuerdo acerca de que matar a gente para comérsela y lapidar adúlteras son cosas horribles. Pero resulta sumamente difícil, si no es por experiencia directa, y a veces ni así, convencer a nadie sobre cuestiones de hecho. Tengo un primo trabajando en Sanghai que es el único de la familia que no se creyó que el gobierno chino ocultaba millones de muertes por COVID.
De hecho, ya para terminar, le diré que preveo que, si yo lo tratase a usted de un modo más continuado y personal que a través de este blog, surgirían mil discusiones irresolubles como esta; y casi todas ellas por divergencias sobre hechos. Ya he podido encontrarme con varias en sus escritos sobre política y sociedad, que vengo leyendo desde hace un par de meses.
Saludos.
Viernes, Deciembre 31, 2021 - 18:46:42
¿Qué es compartir trinchera?
En Waterloo ¿compartían “trinchera” (metafóricamente) los ingleses y los prusianos?
Aun 2 ejércitos aliados que combaten juntos en una batalla contra un enemigo común generalmente operan separadamente, por razones evidentes.
De todos modos, la cuestión planteada era la de si uno ha de abstenerse de combatir un mal, un atropello a la igualdad y a los derechos humanos, porque otros, oportunistamente, también se pronuncien contra tal atropello, si esos oportunistas son unos indeseables.
Ud pensaba que no, pues, adujo, hacerlo equivaldría a “compartir trinchera” (metáfora suya –no mía–, cuyo único sentido en la controversia era el de preconizar la inhibición cuando, de no inhibirse, coincide uno con gentes de mal vivir, “fascistas”).
(Esa metáfora de”compartir trinchera” no la vi apropiada, mas no quise entrar en una disputa tan baladí.)
Dudo que exista ni una causa buena en la cual sea posible luchar sin coincidir con gente que uno no desea frecuentar.
Dijo Lenin (y en eso con razón): Un monárquico francés y yo nos estrechamos la mano y decidimos combatir juntos a sabiendas de que cada uno colgaría gustoso a su compañero.
Desde luego, en la II guerra mundial el ejército rojo llevó a cabo operaciones coordinadas con los angloamericanos. No muchas, pero las hubo, sobre todo al final. De todos modos, eso es secundario. La alianza se implementó de muchos modos.
(Churchill no era mejor que unos cuantos gobernantes fascistas. Mussolini bombardeó con gases venenosos a los abisinios, pero eso mismo había hecho antes Churchill en el Hindostán y en Mesopotamia.)
En la resistencia francesa luchaban juntos comunistas y algunos monárquicos (por no decir monarcofascistas) que, contra la mayoría de su corriente (la Action Française, synarchie & cagoule), abrazaron la causa patriótica. (¿Misma trinchera? Como se trata de una metáfora, cada quien podrá verlo de un modo.)
Si en ejército rojo no batalló más conjuntadamente con ejércitos reaccionarios que se esperaba fueran antialemanes, no fue por culpa suya. Lo intentó.
En cuanto a hechos, nunca me he creído casi nada de lo que cuente la gente o me hayan contado mis profesores o digan los medios de comunicación. Me baso en hechos que conozco por experiencia propia o están atestiguados por personas que me inspiran confianza –porque demuestran conocimiento y buen juicio– o, finalmente, en estudios científicos o historiográficos, sometiéndolos a un enjuiciamiento crítico-metodológico.